El arte urbano, aquel que cuenta historias y expresa visiones del mundo, se ha apropiado de las paredes y edificios de las ciudades de todo el mundo, con formas, colores y mensajes que atrapan a los peatones y casuales espectadores.
Se trata de una expresión artística, totalmente gratuita, que se caracteriza por su condición efímera y su capacidad para transformar el espacio público en un lienzo al aire libre. Empezó como una reivindicación y, en la actualidad, representa una corriente importante de democratización del acceso al arte.
“Tú puedes caminar por la calle y ver todo tipo de intervenciones. Todas tienen mensajes, todas tienen un propósito (…), si tú sabes leer un poco las paredes puedes encontrar historias y personajes complejos”, dice Salvador Vargas, más conocido como ‘Salvador Calavera’, uno de los principales exponentes bolivianos del arte urbano.
Para Calavera, los artistas que salieron del grafiti –como es su caso– no tienen la visión cerrada del muralismo antiguo ya que se han liberado de temáticas demasiado políticas y se han abierto a mostrar la ciudad, el contexto y los problemas del cotidiano vivir.
“El arte callejero es una apropiación del espacio urbano mediante una iniciativa artística de cualquier tipo”, asegura Mehdi Ben Cheikh, profesor de artes plásticas en Francia. También monta proyectos de arte callejero, a los que incorpora a artistas del mundo entero.
El muralismo, según Cheikh, juega con la infraestructura urbana, la arquitectura, la luz y las sombras. No importa el medio que se utilice, lo fundamental es invadir y apropiarse de la calle.
En tanto para Calavera, el arte urbano es una forma de expresar sentimientos. “Cuando era más chico sentía que mi palabra no era escuchada y que no me tomaban atención. El arte urbano fue un medio para poder gritar las cosas que tenía”, revela durante la entrevista.
En el país, el arte urbano surgió a partir de la década del 70, como una “subcultura clandestina e ilegal de expresión muy crítica a la sociedad de la época”, según Cecilia Lampo, curadora de arte urbano.
Ñatinta, un proyecto único
Murales abstractos, tradiciones, costumbres, catrinas, ñatitas, rostros, flores, abrazos o sueños han sido plasmados en nichos y ‘cuarteles’ del cementerio general de La Paz por destacados artistas urbanos de Bolivia y el mundo, haciendo de este camposanto, un lugar donde se respira arte y no tristeza, donde se palpa creatividad y no dolor por aquellos que nos dejaron.
Ñatinta, así se llama el festival de arte callejero que anualmente se realiza en la urbe paceña, y que ha convertido al cementerio en un gran lienzo de arte urbano, cuyo principal impulsor fue Salvador Calavera, muralista del colectivo ‘Perro Suelto’, que llevó a cabo el proyecto Ñatinta 2017 y 2018, en las fachadas de algunos cuarteles del Cementerio paceño.
Para Calavera, Ñatinta es un proyecto único a nivel mundial que ha hecho del cementerio paceño la máxima expresión de un trabajo colectivo de artistas y muralistas de la calle.
“Convertir un cementerio en una galería de arte a cielo abierto no lo hemos visto nunca hasta ahora. Con orgullo podemos decir que somos los primeros haciendo tal locura”, destaca el artista que participó como speaker en el TDex 2023, organizado por la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
Los más de 70 murales pintados en el camposanto transgreden con arte y color el esquema tradicional de una percepción de la muerte como parte de la vida misma y de respeto a la eternidad y al descanso de los seres queridos.
“En Ñatinta, hemos logrado conectar con este lugar a través de los mismos colores que encontramos en el cementerio, magnificando las situaciones y los personajes, a quienes los hemos ido plasmando para que ellos mismos sean protagonistas de este lugar. Ése ha sido el puntapié para conectar con el cementerio”, dice Calavera.
La vida de un mural es tan efímera como la vida misma
Así como la vida misma, el arte callejero puede tener larga vida o ser efímera y morir en el intento ni bien el artista da a luz a su obra.
Calavera asegura que el tiempo de vida de un mural depende del contexto en el que fue pintado, la calidad del muro en el que fue plasmado, el mensaje, el color o los materiales utilizados.
“Una pieza en un lugar puede ser aceptada y la misma pieza en otro lugar puede ser totalmente denegada. Nunca falta el vecino o una persona que choca con esa idea y va y lo interviene, porque también es una intervención. Puede durar un día como 10 años, más o menos tiene esa temporalidad”, precisa.
Para Calavera, su participación en el TDex Unifranz 2023 fue “una experiencia extrema” porque le permitió compartir con cientos de jóvenes la vivencia de pintar en la calle, de hacer arte urbano, de contar sueños y formas de ver el mundo, desde un pincel, una brocha o un aerosol.